Genalguacil-Jubrique

RUTA GENALGUACIL-JUBRIQUE

Modalidad: A pie
Distancia: 4,5km
Dificultad: Media
Tiempo aproximado: 2 horas
A tener en cuenta: Los primeros tramos discurren entre fincas de castaños, que debemos respetar. El carril permite el paso de vehículos, por lo que habremos de ir con cuidado. La subida desde el río Monardilla hasta Jubrique es bastante empinada.

Salimos del pueblo por la calle Los Castañales.Tras dejar las últimas construcciones, ganamos altura y podemos disfrutar de una bucólica estampa de Genalguacil y de las rojizas cumbres de Sierra Bermeja, que cierran el decorado hacia el sur.
El carril, perfectamente marcado, avanza llaneando. En uno de los márgenes descubriremos un chaparro exageradamente ramificado en la copa. Como ocurre en otras rutas, la norma a seguir es avanzar por el camino principal, salvo indicación contraria. El primer ramal que encontramos a nuestra derecha se dirige a la pequeña ermita de la Cruz Ventura y a la loma de Benajarón, por tanto, continuamos, ahora descendiendo levemente. Estas fincas que atravesamos están dedicadas al cultivo de castaños, aunque se alternan con cerezos, almendros y algunas suertes de viñas, un sistema de policultivo muy usual en el Valle del Genal.

Llegamos a un punto del camino donde giramos dejando un carril en pronunciada bajada, justo donde aparece una portada en un margen desde la que tendremos una nueva perspectiva con la vista frontal del caserío de Jubrique.
Vamos contorneando la loma de Benajarón ocupada por parcelas de castaños, almendros, olivos, cerezos y viñas que los serranos cuidan afanosamente; siendo en toda esta zona entre ambos pueblos y por la que pasa el trazado del carril, muy visible la impronta humana.

El siguiente hito es la fuente del arroyo del Perro, en la que con sólo abrir la puertecilla que protege su depósito, podremos beber tranquilos y a la frescanda de los nogales que le dan sombra.
Continuamos nuestra ruta por este camino cómodo y placentero, observando ranchos a un lado y otro del camino. Tras dejar al margen una casa rústica llegamos a un cruce: el ramal derecho queda cortado por una cancela y el izquierdo, que es el nuestro, desciende hasta toparse con la fuente del Chopo, que da el agua a través de una goma; alrededor de esta fuente crece la unciana y otras plantas que, mezclando sus aromas, completan una atmósfera agradable.
Ahora pasamos junto a la casa de Antonia Miranda y observamos la entrada a la finca de los Perales. A nuestra lista de objetivos visibles se suma hacia el noroeste, la población de Benalauría derramada por la ladera.
A partir de este momento descendemos hasta encontrar una nueva bifurcación en la que optamos por el camino de la izquierda, mientras vemos otra casa junto a un almendro y un almez. Frente a nosotros aparecen nuevos horizontes dominados por la cordillera de los montes Canalizo y Porrejón, cubiertos en su totalidad por espesos pinares.

El carril pasa bajo el tendido eléctrico y afluye a una explanada, donde una cancela verde marca el final de la pista, que continúa por otro ramal, pero en subida; justo en ese lugar retomamos el recorrido por la vieja senda.
Estamos dando vistas al valle del río Monardilla, mientras atravesamos unos terrenos que antaño fueron viñedos, como se puede deducir por la presencia de una ruina en la que aún son visibles dos recintos: la lagareta donde se pisaron las uvas y la bodega en que se fermentaba el mosto. Este lagar, uno de los últimos en funcionamiento de la zona, fue propiedad de Ramón Moreno. Desafortunadamente, esta tradicional industria serrana ha pasado a engrosar la lista de actividades en desuso; ahora la vegetación tiende su manto protector sobre lo poco que queda de todo aquello.
Seguimos descendiendo y cruzamos el pequeño cauce del arroyo de los Redondillos. Un senderillo parte hacia uno de los saltos de agua de este cauce. La vegetación es la típica de ribera, destacando en particular laureles e higueras, lo que crea un ambiente umbrío y bastante húmedo.

Hemos llegado a la Pasada del Monardilla, donde un puente rústico de madera sustituyó a otro más antiguo que fue destruido por una riada en el año 1908. Aguas abajo queda el charco de las Tres Pilas y los restos de un molino. Comenzamos a subir por la cuesta de Benajarón; bajo el sendero perduran aún los lienzos de lo que fue el molino de aceite de Chachito. El tramo que nos resta, conocido como el Matagallar, es el más duro y entretenido de la ruta. Ascendemos por un espectacular sendero perfectamente trazado y que conserva parte del empedrado y los vierteaguas.

Hacemos un pequeño alto al cruzar un carril y reiniciamos la marcha por la trocha, rodeados de matorral y encinas. Algo más arriba nos aguarda una de las sorpresas de esta excursión: un par de gigantescos y centenarios olivos que vemos tras un muro, a la izquierda del sendero. Casi sin darnos cuenta, entramos en Jubrique por un barrio de nueva construcción, donde finaliza el recorrido.